¿Por qué la mortificación?


«Cuando ayunéis, no os finjáis tristes como los hipócritas, que desfiguran sus rostro para que la gente vea como ayunan. En verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes perfuma tu cabeza y lava tu cara, para que los hombres no adviertan que ayunas, sino tu Padre que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará» (Mt 6,16-18).

Habla el maestro zen Dogen: "Aprender el camino de Buda, es aprender acerca de uno mismo. Aprender acerca de uno mismo es olvidarse de uno mismo. Olvidarse de uno mismo es estar iluminado por todas las cosas del mundo. Estar iluminado por todas las cosas del mundo es prescindir del cuerpo y de la mente propias.".

La mortificación es un sufrimiento físico producido para dominar los deseos o las pasiones.
Es un sacrificio de abnegación, de renuncia o privación.

La mortificación no sólo forma parte de los rituales religiosos, filosóficos, éticos o psicológicos para mejorar la condición humana, sino que también la hallamos en la cultura que rinde culto al cuerpo. El ritual y simbolismo del piercing, agujerearse el cuerpo y llevar colgado todo tipo de metales en las partes más variadas del cuerpo; lengua, ceja, pechos, clítoxis...
Los tatuajes, cirujías estéticas para mejorar el perfil de la cara, competiciones deportivas que exigen sacrificios y duros entrenamientos, dietas extenuantes para lucir el cuerpo deseado, horas agotadoras de gimnasio para conseguir una musculatura "dibujada" y un abdomen plano...

¿Qué nos induce a la mortificación?

La noción de que el dolor sirve como mecanismo de expiación y borra la culpa de los pecados está ampliamente difundida en el pensamiento católico, hasta el punto de crear toda una dimensión paralela dedicada a esta purificación a través del dolor: El Purgatorio, o de generar toda una corriente de autoflagelación (la cual no es exclusiva a la religión católica, incluso en el sexo, el sadomasquismo parace operar bajo el mismo mecanismo).
Al parecer, la teología no estaba lejos de la ciencia, en este caso, como parece confirmar un estudio de la Universidad de Brock Bastian en Queensland, Australia.

En el estudio participaron 62 estudiantes, de los cuales a 39 se les pidió que escribieran por 15 minutos sobre algún momento en el que se comportaron de forma poco ética , al grupo de control de 23 se les pidió que simplemente escribieran sobre lo que habían hecho ayer.
Después de ésto, se les pidió que contestaran un cuestionario sobre como se sentían en ese específico momento, el cual midió, entre otras cosas, la escala de culpa de 1 al 5.

Luego, se les dijo a los participantes que tenían que completar una prueba de destreza física –la primera, supuestamente, había sido de destreza mental-.
A 23 de los 39 que habían escrito sobre su comportamiento poco ético se les pidió que sumergieran su mano en una cubeta de agua helada por todo el tiempo que pudieran. A los demás se les pidió que sumergieran su mano en una cubeta de agua caliente por 90 segundos .
Al mismo tiempo, los participantes debían de mover clips de papel de una caja a otra para mantener la ilusión de que la prueba era sobre destreza física.
Después de completado el ejercicio se les volvió a preguntar que rellenaran el cuestionario sobre como se sentían, pero ahora se incluye también una pregunta sobre cuánto dolor sentían.

Aquellos que escribieron sobre su comportamiento inmoral se expusieron al agua helada por un promedio de 86.7 segundos mientras que aquellos que no escribieron sobre su comportamiento inmoral sólo soportaron en promedio 64.4 segundos.
Los que escribieron sobre su comportamiento inmoral midieron el ejercicio con un 2.8 en la escala de dolor mientras que los otros sólo 1.9, pese a que no soportaron tanto tiempo, lo que sugiere que los que escribieron sobre su comportamiento inmoral estaban activamente buscando experimentar dolor.

El experimento mostró que el dolor fue catártico. Los que fueron guiados a sentir culpa a través de su textos evaluaron su escala de culpa primero en un 2.5 y después del agua helada sólo en 1.1. En el caso de los que no escribieron sobre sus comportamiento “pecaminoso” su nivel de culpa apenas tuvo una variación de 1.2 a 1.3.

El experimento sugiere que la expiación es efectiva, al menos en el cerebro y aquí en la Tierra, no necesariamente en el espíritu o en el más allá.

José Martos.

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